TEATRO MARIA GUERRERO (CDN, Centro Dramático Nacional)
El Centro Dramático Nacional (CDN) es la primera unidad de producción teatral creada por el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Desde su fundación, en 1978, la principal misión del CDN ha sido difundir y consolidar las distintas corrientes y tendencias de la dramaturgia contemporánea, con atención especial a la autoría española actual.
Desde su creación, la institución ha ofrecido más de trescientos espectáculos, entre los que cabe destacar un panorama completo de la dramaturgia española del siglo XX: Valle-Inclán, García Lorca, Jardiel Poncela, Max Aub, Buero Vallejo, Alfonso Sastre, Francisco Nieva, José María Rodríguez Méndez, Alonso de Santos, Fernando Arrabal, Fermín Cabal, Sanchis Sinisterra, Benet i Jornet, Adolfo Marsillach, Juan Mayorga o Lluïsa Cunillé. A lo largo de estos años, en sus producciones han participado los más destacados directores, escenógrafos, actores, figurinistas y profesionales del país, así como distinguidas figuras de la escena internacional.
En la historia del CDN pueden distinguirse varias etapas, delimitadas por los cambios en la dirección de la institución: Adolfo Marsillach (1978-1979), el triunvirato formado por Nuria Espert, José Luis Gómez y Ramón Tamayo (1979-1981), José Luis Alonso (1981-1983), Lluís Pasqual (1983-1989), José Carlos Plaza (1989-1994), Amaya de Miguel (1994), Isabel Navarro (1994-1996), Juan Carlos Pérez de la Fuente (1996-2004), Gerardo Vera (2004-2011) y el actual director Ernesto Caballero, desde enero de 2012.
El CDN dispone de dos sedes para el desarrollo de sus actividades: el Teatro María Guerrero y el Teatro Valle-Inclán. Ernesto Caballero es el Director del Centro Dramático Nacional desde el 1 de enero de 2012.
El edificio se proyectó bajo una concepción ecléctica. Sobre una planta cuadrangular se levantó una fachada neo renacentista provista de pilastras de orden gigante, un porche adosado para el acceso de carruajes y el conjunto rematado con un frontón en el cuerpo central, mientras que la decoración interior se realizó con motivos mudéjares.
Fue desde sus inicios uno de los teatros más importantes de Madrid por el tamaño y las condiciones de su sala. Aunque el solar es irregular y no permitía desarrollar convenientemente las estancias en torno al escenario, el interior de la sala es amplísimo, con una decoración neomudéjar que aprovecha las excelentes posibilidades del hierro como material arquitectónico y ornamental. El arquitecto empleó para la estructura de la sala un sistema de columnillas de fundición, que lo convirtió en uno de los máximos exponentes de la arquitectura madrileña del hierro en el siglo XIX. La fachada se ordena, sin embargo, con planteamientos clasicistas con una sucesión de arcos de medio punto en composición tripartita. Fue muy alterada con la ampliación de un piso que proyectó Pablo Aranda para paliar la escasez de espacio.
La construcción de la Princesa se debe a la iniciativa conjunta de la duquesa de Medina de las Torres y de su hijo, el Marqués de Monasterio. El edificio es obra del arquitecto Agustín Ortiz Villajos
Su fachada, cuyo estilo corresponde al Renacimiento, con severas líneas del greco-romano, de 28 metros y dotada de 9 puertas, se organiza en dos arquerías: una superior, que consta de dos plantas y un ático, y una inferior, que conforma el piso bajo.
El elemento arquitectónico que le confiere mayor majestuosidad es el pabellón central, coronado por un frontón triangular, con su cornisa, y decorado con diversos adornos alegóricos, en cuyo tímpano se distingue un escudo con las iniciales M. y T. enlazadas, de la duquesa de Medina de las Torres. Bajo dicho frontón triangular, rematado en su parte superior por una antefija que representa una lira, el friso muestra tres medallones con los bustos en alto relieve de Juan Ruiz de Alarcón, Tirso de Molina y Agustín Moreto. A este mismo nivel, pero situados en una y otra extremidad de la fachada, se observan otros dos medallones con los bustos de Lope de Rueda y Fernando de Rojas, y sobre la cornisa, los mascarones que simbolizan la Tragedia y la Comedia.
Por su parte, el techo presentaba un cuidadoso artesonado de tracería circular y casetones concéntricos cuyo diseño original podemos contemplar actualmente, pues no ha sufrido ninguna alteración. En su centro hoy sigue figurando el rosetón circular elaborado en 1885 del que entonces pendía una araña de bronce dorado a fuego, que portaba 16 lámparas incandescentes.
Inaugurado, el 15 de octubre de 1885, como Teatro de la Princesa por la compañía de Emilio Mario, que representó la comedia Muérete y verás, de Bretón de los Herreros y el sainete El corral de comedias, de Tomás Luceño, a su estreno acudieron la reina María Cristina y la destronada Isabel II, así como las infantas Isabel y Eulalia y una escogida representación de la alta sociedad española de la época. Se cumplieron así las expectativas del marqués de Monasterio, que había mandado construir el edificio con idea de convertirlo en el teatro más selecto de la época, prescindiendo de las localidades baratas y evitando el público vocinglero que alborotaba mucho y pagaba poco. Pero la situación cambió a las pocas semanas de la apertura. Tras la muerte del rey Alfonso XII, con el consiguiente luto en la Corte y el forzoso retraimiento de la aristocracia madrileña, empezó un periodo de dificultades económicas para el Teatro de la Princesa. Ya en aquellos finales del siglo XIX, la figura de María Guerrero empezó a asociarse al escenario que años más tarde tomaría su nombre. Por aquel entonces la actriz había obtenido la licencia para la explotación del Teatro Español del Ayuntamiento de Madrid, pero las obras de reforma en este edificio la obligaron a organizar una breve temporada en la Princesa. Y poco después, ya reabierto el Español, los continuos viajes a América de la compañía de María Guerrero comenzaron a dificultar el cumplimiento del contrato con el Ayuntamiento, por lo que Fernando Díaz de Mendoza, esposo de la actriz, actor y sobre todo empresario, decidió comprar el Teatro de la Princesa para poder alternar a su conveniencia las giras de la compañía con las temporadas en Madrid. De esta manera, el 20 de marzo de 1908, María Guerrero y Díaz de Mendoza se convirtieron en propietarios del Teatro de la Princesa, que inauguró con ellos una etapa de esplendor marcada por importantes estrenos de autores como Jacinto Benavente, Valle-Inclán, Muñoz Seca, Álvarez Quintero o Benito Pérez Galdós. Al tiempo, el matrimonio seguía con sus giras en América y se embarcó en el proyecto de construir el Teatro Cervantes de Buenos Aires, lo que debilitó notablemente su economía y les obligó a trasladar su residencia de Madrid a los pisos altos del propio Teatro de la Princesa. Allí vivieron hasta que la actriz falleció, el 28 de febrero de 1928.
Tras la muerte de María Guerrero, el Estado español adquirió el edificio en la época de Primo de Rivera y lo utilizó como sede del Conservatorio de Música y Declamación, con cesiones ocasionales para funciones teatrales y festivales benéficos. En 1931, como tributo a su última propietaria, el Ayuntamiento de Madrid decidió cambiar el nombre del Teatro de la Princesa por el de María Guerrero. En 1934 el Gobierno de la II República ofreció a Cipriano Rivas Cherif la concesión gratuita del teatro para que lo utilizase como sede de su Teatro Escuela de Arte. Con el estallido de la Guerra Civil, el edificio permaneció cerrado hasta que en 1940 adquirió la condición de Teatro Nacional e inició una nueva etapa en la que tuvo como directores a Luis Escobar, Humberto Pérez de la Ossa, Alfredo Marqueríe, Claudio de la Torre y José Luis Alonso.
Restablecida la democracia, en 1978 pasó a ser sede del Centro Dramático Nacional, cuya dirección fue encomendada a Adolfo Marsillach.
El 1 de marzo de 1996, el Ministerio de Cultura declaró el Teatro María Guerrero Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento
La sala de la Princesa está situada en el piso inferior del teatro María Guerrero. Es una pequeña sala de exhibición cuyo aforo varía según la disposición de las butacas pero nunca supera los 120 espectadores. Es un espacio íntimo y acogedor pensado para dar cabida a nuevos creadores y a innovadoras puestas en escena.
En el año 2000 el Teatro María Guerrero tuvo que afrontar una importante rehabilitación al descubrirse que su estructura estaba muy afectada por termitas. El edificio estuvo cerrado durante tres años. Se decidió entonces prescindir de la cafetería y crear en su lugar una nueva sala de exhibición. Desde el año 2003 existe por tanto este nuevo espacio. La primera función que ofreció fue Confidencias (ciclo de grandes intérpretes) en la temporada 2003-2004 y desde entonces se han representados éxitos teatrales como Carta de amor, (como un suplicio chino), El señor Ibrahim y las flores del Corán, Delirio a dúo, Sí, pero no lo soy o La colmena científica o el café de Negrín.