por Ramón Paso
A partir del 31 de agosto se puede ver en el Teatro Lara, Papá es Peter Pan y lo tengo que matar, un monólogo cómico que protagoniza Eloy Arenas, y que yo escribo y dirijo. Una de las líneas de desarrollo fundamentales de la obra es cómo superar y sobreponerse a la figura del padre… del antepasado. Ser dramaturgo y nieto de Alfonso Paso y bisnieto de Enrique Jardiel Poncela invita a matar al padre, supongo. Lo que pasa es que, aunque en el monólogo que preparamos Eloy y yo parece que es necesario, yo jamás he sentido ese impulso respecto a Paso y Jardiel. Todo lo contrario. Ninguna gana de matarlos.
Mi primera experiencia con Alfonso Paso, y la única en realidad, se dio teniendo yo casi dos años. Parece ser que mi madre había quedado con él, por la cosa ésta de ser su hija, y yo hacía las veces de niño zangolotino, cuando él me recomendó que me sentase con las siguientes palabras: “Siéntese usted, don Ramón”. Entre los detalles curiosos, o por lo menos que a mí me llaman la atención, está que, además de ser uno de los autores más prolíficos de Europa, era un hedonista maravilloso que adoraba que le pelasen la fruta – afición que comparto, ¿a quién no le gusta que le pelen una naranja, por ejemplo? Alfonso Paso era un hombre pasional, al que le encantaban las mujeres y el teatro, pero también un señor muy meticuloso. Ejemplo de ello es que todas las noches de su vida escribía dos páginas definitivas. Se hacía con un plátano – pelado – y con un vaso de leche, y no paraba hasta tener dos páginas definitivas. Dos páginas al día, una comedia al mes. Era virgo. Lo curioso es que era tan buen dramaturgo como actor. Parece ser que en las lecturas que se hacían a la compañía, todo el mundo salía encantado cuando le oía leer, y todos los papeles de la obra parecían muy buenos por cómo los interpretaba él. A saber qué pasaba después cuando los interpretaban los actores y cuántas decepciones no se darían…
Mientras que Alfonso Paso se puede considerar un obrero del teatro, con una carpintería impecable y algunos dejes de brillantez – Casi Lolita, Los Pobrecitos, Catalina no es formal, El canto de la cigarra… – Jardiel era un genio – Eloísa está debajo de un almendro, Cuatro corazones con freno y marcha atrás, Un marido de ida y vuelta… – sin más. Su idea del teatro estaba muy por delante de su momento histórico. Fue un visionario. Su novela La tournée de Dios fue prohibida primero por la República y después por la Dictadura. Cosas como éstas, que te prohíban unos y sus contrarios, le ha pasado a Jardiel, al Marqués de Sade y a pocos más. Jardiel era, a todas luces, un jugador. En su vida y en su teatro. Odiaba la idea de que su dinero estuviese en un banco – ya que sólo se podía “recuperar” por las mañanas, y él odiaba madrugar, como hombre razonable y sensible que era – y tampoco le seducía la idea de guardarlo en un calcetín debajo de la cama… Así que se lo jugaba en los casinos europeos. En cuanto a teatro, bueno, una de sus apuestas más arriesgadas fue El amor sólo dura 2.000 metros, una obra que habla sobre la industria del cine en EE.UU., sobre el gansterismo y sobre el amor, que no se entendió en absoluto en su época y que sería un éxito de reponerse en la nuestra. También, como a Paso, le gustaron mucho las mujeres, y él, igual que Paso, gustó mucho a las mujeres, pero su relación con ellas fue más avanzada, más de igual a igual; por mucho que se le tache de misógino, Jardiel nunca lo fue. Es más, su primera mujer, Josefina, fue pionera en la liberación de la mujer, y, hasta tal punto se liberó, que se marchó del lado de Jardiel, dejándole una niña – mi abuela – de regalo, cosa poco común en aquel tiempo. En cuanto a la escritura, era lo opuesto a Alfonso Paso, escribía cuando le apetecía y sin un orden concreto. Era libra.
Habría mucho más que decir sobre los dos, sobre Paso y Jardiel. Muchas más cosas, pero esto llega a su fin, y lo único que se me ocurre para cerrar es decir que no hay que matar a los antepasados. Que lo único que hay que matar es a papá, porque Papá es Peter Pan y lo tengo que matar. Y ahora sólo queda ya el morbo y la curiosidad de descubrir si el talento va en los genes o en las horas que se pasa uno delante del ordenador, de la máquina de escribir o con la pluma en la mano… ¡Qué fácil es parecer gilipollas cuando se habla de escritores grandes!
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Dramaturgo, guionista y director de escena, nacido en Madrid en 1976, nieto del dramaturgo Alfonso Paso y biznieto del escritor Enrique Jardiel Poncela.
Cuenta a sus espaldas con más de una veintena de montajes teatrales, ya sea como dramaturgo, director de escena o en ambas funciones, entre las que podemos destacar títulos como El Tesoro, Matadero 36/39, La ramera de Babilonia, El mono Azul, Huevos con amor, Papá es Peter Pan y lo tengo que matar o las adaptaciones de los clásicos Tiempos difíciles y Peter Pan. Además de su amplia trayectoria en teatro, ha trabajado como guionista de televisión, tanto en el desarrollo de proyectos propios como en la escritura y coordinación de guiones para algunas de las más destacables series del panorama nacional de los últimos tiempos. Desde el año 2013, trabaja habitualmente bajo las órdenes de Andrés Vicente Gómez en la elaboración de proyectos teatrales y cinematográficos, principalmente basados en la obra de Enrique Jardiel Poncela.