Por Javier Sánchez-Collado y Carlos Martínez-Abarca de Paradoja Teatro
¡Cómo! ¿En los premios Max hay fraude? No podemos afirmarlo, pero sí que hay graves irregularidades. Vamos a contar nuestra historia, que nos parece que es una buena ilustración del modo de proceder de la SGAE.
Nos inscribimos al premio en varias categorías por la obra “1984”, pero no aparecimos en la lista provisional de inscritos. Se nos dijo por correo que era un error que se arreglaría. Al cabo de un tiempo se publicó la lista de candidatos a los premios, seleccionados ya por el Jurado, en la cual no figurábamos. Aparte de la decepción, nos extrañó, pues en las bases dice que antes ha de publicarse la lista definitiva de inscritos. Aunque ya no había remedio, pedimos la lista de marras en varias ocasiones, por si nos habíamos perdido su publicación. Pero no hemos logrado respuesta, ni a correos, ni a visitas personales, ni a nada. Ya se ve que mandar una lista de concursantes es una tarea mucho más compleja de lo que pensamos.
Mucho nos tememos que, sencillamente, se nos ha excluido del concurso. ¿Fraude? Más bien torpeza, pues parece que no hemos estado en el listado que examina el jurado y hemos quedado excluidos sin remedio. Una torpeza que ahora parece que no quieren reconocer, ya que surge la pregunta: la eliminación irregular de un candidato ¿no invalida todo el proceso? Al menos, debería volverse a la fase anterior.
No deja de sorprendernos que la SGAE, que dice defender a los creadores y a sus socios, nos esté tratando con este desdén a dos de sus socios, pues ambos lo somos desde hace mucho tiempo. ¿Es tanto pedir que nos den una respuesta o una explicación? Incluso un “no” es mejor que el desprecio del silencio.
Es cierto que a estas alturas esto no debería sorprendernos. Nuestra obra 1984 ha estado en Madrid el año pasado durante dos temporadas en el teatro Galileo. Hemos tenido un éxito de público que nadie -ni nuestros mejores sueños- esperaba, pues han llenado nuestras representaciones personas de todas las edades durante tres meses. Hace unos días tuvimos la alegría de recibir dos nominaciones de los premios de la Unión de Actores: somos la única de las pequeñas productoras independientes que ha conseguido esto, entre las grandes productoras privadas, teatros nacionales y musicales
Todo ello ha sido sin apenas apoyo del teatro oficial: ni una subvención, ni programación alguna en redes oficiales, pese al apoyo entusiasta de algún programador aislado, con más voluntad que posibilidad real de hacer nada. Por el contrario, varios “burócratas del teatro” dijeron que era un texto demasiado exigente para el público de hoy…mientras estudiantes de bachillerato y universitarios aplaudían a rabiar la obra y nos pedían encuentros para analizarla.
Por el contrario, sabemos que hay responsables imaginativos y valientes en las instituciones, que se las ven y se las desean por llevar a cabo su trabajo, el teatro con el que tantos soñamos. Hay teatros en España que sumen riesgos por ofrecer teatro de calidad a su público. Pero es preciso romper un muro de mediocridad que rodea a muchos creadores, empresarios y gestores culturales.
Se puede decir que “algo huele a podrido en Dinamarca”. Y Dinamarca no es solo la SGAE, es también el lugar donde se han refugiado esas gentes de alma gris que burocratizan cuanto tocan, taxidermistas de la cultura, que confunden el arte con helarte.
Una pequeña aportación sería que los premios Max volvieran a ser los premios de la profesión, que votaran todos los que hacemos teatro, según el formato que tenían hace unos años.
Eso sí, ahora al menos los premios Max hacen honor a su nombre, por el esperpento admirable en que se ha convertido la SGAE.
Tuve la oportunidad de ver 1984 en escena y si bien iba con bajas expectativas, después de haber leído la novela, me llevé una muy grata experiencia. Una pena que no se apoye lo suficiente no solo al teatro, sino a la cultura en general por asumir que el público no está preparado para contenidos más exigentes. Nunca lo estará si no se toman riesgos y es por eso que aplaudo a los colectivos independientes, que se atreven a pararse sobre el escenario aun con el presupuesto y la burocracia en contra.