Buscando el duende en los límites de un encuadre (por Paula Ortíz)

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Buscando el duende en los límites de un encuadre

 

Bodas de sangre recuerdo la primera vez que la leí con 14 años, y la conmoción profunda que me provocó. Como hacen los buenos poetas, aquellas palabras de amor el bosque, aquella luna que empujaba cada paso, aquella madre que buscaba en vano los labios de su hijo… iluminaron un lugar de las pasiones de mi alma que, hasta entonces, estaba oscuro.

 

La historia es simple. El mundo atávico. Las pasiones primitivas. Dos familias marcadas por la muerte, el dolor, la tierra y la venganza. Una novia con un nudo en la garganta, en medio de un desierto, en la víspera de su boda. Ella quiere casarse con su novio, aunque no lo ama.  Su alma está unida a Leonardo:  «porque tú crees que el tiempo cura y las paredes tapan pero no es verdad no es verdad cuando las cosas llegan a los centros… ya no hay quien las arranque»

Cuando empezamos el trabajo de adaptación solo nos preocupaba el motor, la lucha… La gran grieta entre la ley y el deseo, entre el dolor y la pasión, entre la vocación de la naturaleza y de la comunidad, entre el recuerdo y el fatum…. Ese era nuestro abismo. Nuestra gran brecha en el alma. Y ese era el viaje que debíamos regalar al espectador…

 

Las tragedias resurgen en los momentos de derrumbe y reconstrucción para lanzarnos de nuevo a las grandes preguntas. En nuestro tiempo, como en el de Lorca, la sociedad está hambrienta de relatos que nos lleven hasta el borde del precipicio, relatos que reabran las grietas, que reabran los centros,  que nos expliquen las contradicciones de cómo hemos llegado hasta aquí… Historias que lleguen hasta “la oscura raíz del grito”. El problema era darle cuerpo, imagem, acción, objeto, voz…

 

Lorca señala un caballo, un ojo en el cielo, puñales, desiertos, fraguas, cristales… crea una resonancia que atraviesa la raíces de los árboles, se cuela por el tuétano de los huesos y llega hasta los astros. Federico era muy consciente del juego y de la gravedad. En su reflexión sobre la creación y la mecánica de la invención nos revela sus impulsos, nos descubre “la teoría del duende” como la única forma de crear profunda y honestamente. Para él la única forma de llegar a los centros es a través del DUENDE:

 

Estos sonidos negros que son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte. () Poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica».

 

Por eso, para nosotros, el reto de llevar su palabra poética y su mundo simbólico a los límites del cine, a los márgenes del plano, a los elementos que componen una imagen tras otra hasta componer una película: luces, sombras, colores, objetos, texturas, formas, movimientos, evocaciones, ritmos, respiraciones, sonidos, atmósferas, miradas…. era gigante. El miedo era gigante. El privilegio era gigante.

 

El guión y su trabajo de adaptación fue un proceso largo en permanente construcción, desde el día que abrimos el documento el blanco hasta el ultimo día de montaje. Un proceso en espiral donde a veces subíamos a las soluciones técnicas, logísticas, linguísticas… agarrándonos al oficio del cine, y otra veces bajábamos a las profundidades…. El guión eran solo vibraciones, líneas que tartamudeaban, pero que sí buscaban la vocación plena de todos los lenguajes que el cine permite.

 

Pero… más allá de escrituras y reescrituras, a la hora de la verdad, en cada paso, como Lorca avisó: la verdadera lucha fue con el duende. Porque “el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: «El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies».

 

Esa era la clave. Era un obrar y no un pensar. Hasta que no lo entendimos no pudimos echar a andar. Porque hoy, la gente…, como decía Lorca, no pide formas: “sino tuétano de formas, música pura con el cuerpo sucinto para poder mantenerse en el aire. Hay que empobrecerse de facultades y de seguridades (…) quedarse desamparados”. Solo así podía salir aquella oscura raíz del grito que buscaba el poeta.

 

Nuestro trabajo ha sido un continuo intento, una incansable lucha por preservar ese grito. Por buscar a trompicones cinematográficos el duende… sabiendo que “para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio”, conscientes de que “… solo se sabe que quema la sangre como un tópico de vidrios, que agota, que rechaza toda la dulce geometría aprendida.

 

Paula Ortíz

Directora de cine (La novia), guionista, escritora y profesora universitaria

 "Paula Ortíz en el rodaje de "La Novia"

«Paula Ortíz en el rodaje de «La Novia»

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