Gracias, Tartufo
por Pedro Víllora
Lo mejor de mi trabajo en la RESAD es el encuentro con los alumnos. Cada año tengo la ocasión de conocer a un buen número de jóvenes artistas deseosos de dedicarse al mismo oficio que me proporciona tanto placer. No todos llegarán a vivir de él, claro, porque además de talento y esfuerzo hace falta suerte, pero eso es algo imposible de saber mientras estudian. José Gómez-Friha, en rigor, nunca ha sido alumno mío, pero, al igual que me ocurre con tantos compañeros suyos, he podido ir viendo sus escenas, sus montajes, antes de saliesen al terreno profesional, y casi desde un primer momento surgió mi admiración por él.
Sus trabajos de estudiante tenían la cada vez más rara virtud de la elegancia, unida al control emotivo y corporal, al sentido del espacio escénico y, sobre todo, al análisis dramatúrgico. Por eso se puede comprender mi emoción cuando me planteó la posibilidad de adaptar “Tartufo” para su compañía, Venezia Teatro. Aunque sea mucho más joven que yo, para mí José Gómez-Friha es un maestro y sabía que me correspondería ser el primer beneficiado de nuestra colaboración, dado que su talento y su entusiasmo harían crecer el texto, como así ha sido.
Lo que no imaginaba es que terminaríamos haciendo dos “Tartufo”. Uno es el que se vio el año pasado en el Teatro Fernán Gómez, que tan buena acogida tuvo. Pero otro es el que ahora se representa en el Teatro Infanta Isabel, tan diferente a aquel y no menos espectacular. El cambio de una puesta en escena semicircular a esta a la italiana es una transformación significativa, y aún más lo es la sustitución de dos intérpretes tan prodigiosos como Rubén Ochandiano y Marian Aguilera por los no menos magnéticos Alejandro Albarracín y Lola Baldrich. Sus energías son completamente distintas, de ahí que para muchos de los espectadores que han repetido ahora se trate de espectáculos diversos aunque de calidad similar, con las contrastadas actuaciones de Esther Isla, Vicente León, Nüll García e Ignacio Jiménez, que siguen en el reparto.
Poder contemplar dos visiones próximas pero no iguales de un mismo “Tartufo”es un lujo que no siempre sucede. Además coincide este reestreno con la publicación del texto a cargo de Ediciones Irreverentes en la excelente colección teatral que dirige Miguel Ángel de Rus:
http://www.edicionesirreverentes.com/teatro/MOLIERE.html
Tanto Rubén Ochandiano como José Gómez-Friha han escrito sendas introducciones del máximo interés, así que no puedo sino estar lógicamente agradecido a tantas personas y circunstancias que hacen de “Tartufo” una experiencia más que gozosa.
TARTUFO EL IMPOSTOR
de Molière
Versión: Pedro Víllora
Dirección: José Gómez-Friha
Del 15 de agosto al 1 de octubre de 2017 en el Teatro Infanta Isabel
Comprar Entradas
Reserva Parking Cercano
La crítica ha dicho:
Pedro Víllora ha hecho una versión despiadada y heterodoxa resumida en esta frase: «eres un impostor; no, soy un hombre de nuestro tiempo». Ser un hombre de nuestro tiempo significa ser un manipulador sin escrúpulos, un político sagaz y taimado; un desahuciador de pisos, un arribista que sólo busca el medro y su proyección histórica en el devenir de unos días sin piedad… esta versión de Víllora es el triunfo del mal, el ascenso de un Tartufo carente de cualquier conciencia moral para conseguir sus objetivos, que son los objetivos de una clase social y política triunfante: los especuladores.
«JAVIER VILLÁN»
El Mundo
Los tartufos, ahora y siempre, se instalan en los lugares de privilegio que sus hipocresías les procuran, como bien subraya Pedro Víllora en una magnífica versión que poda inteligentemente el original y cuyo final difiere del fijado por Molière, aunque rebosa de la lógica implacable de la época en que vivimos; Tartufo es, como dice él mismo en el rotundo monólogo que cierra el montaje, «un hombre de este tiempo […]. Este mundo necesita de hombres como yo: seguros, dinámicos, activos […] Apostamos por el futuro, Por eso debemos gestionar el presente». Todo un programa político de feroz coherencia.
JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN
ABC
Es una versión irreverente, divertida, muy fácil de seguir… Con un final que no es el final de la obra original, pero que es el final adecuado a los tiempos que corren. El humorismo se cumple y la parodia se exalta. Una obra para recomendar.
LUCIA ETXEBARRIA
Diario 16
Aunque se ha dicho siempre que esta obra es una crítica a los falsos devotos, Pedro Víllora ha entendido con buen criterio en su versión que no hay falsa devoción que no esconda una mala intención; quizá por eso ha soslayado la estrategia en la que se enmascara el engaño y se ha centrado más en la propia naturaleza de ese engaño y en las funestas consecuencias que puede tener dentro del entorno donde se lleva a cabo.
RAÚL LOSÁNEZ
La Razón
Excelente versión la que Pedro Víllora ha realizado de un texto tan icónico como El Tartufo de Molière. No sólo por traducir en prosa el verso alejandrino del teatro clásico francés que, semejante a un ofidio, se revuelve mil veces en sí mismo hasta dar con la cesura y con la rima en su aparente sencillez, sino por proponernos un final distinto de la trama que coincide, sin duda, con las intenciones iniciales de Jean Baptiste Poquelin.
DAVID LADRA
Artez
Tiene aún más mérito esta versión de Pedro Víllora que ha hecho un trabajo espléndido adaptando la mítica obra de Molière a los tiempos modernos y mostrándonos a Tartufo como un especulador a la manera de los bancos, como uno de esos corruptos de hoy en día o como un mercenario de los sentimientos, capaz de traicionar a su propio ‘hermano’ con tan de conseguir su ansiado fin. En definitiva; un auténtico estafador.
ALDO RUIZ»
elteatrero.com»