Con frecuencia me han preguntado si 1984 es una historia optimista o pesimista. Si presenta un mundo perdido o es la señal de alarma que despierta a una sociedad.
En realidad, este es el dilema que se plantea Winston Smith en la novela. El dilema de si vale la pena luchar contra la injusticia, aun cuando la victoria parece ilusoria. Precisamente por eso, considero que 1984 es, en primer lugar, una historia de esperanza, que surge de la capacidad del hombre de oponerse, aunque sea interiormente, al totalitarismo. Ese hecho hace que, aunque muy difícil, la victoria aparezca como posible.
¿Cabe algún enemigo mayor que la derrota o que la falta de lucha? Sí, el afán de vencer a cualquier precio. En otras palabras, -y esta es una de las grandes lecciones de la obra- 1984 revela que «el que no esté listo a preferir la derrota en determinadas circunstancias comete tarde o temprano los crímenes que denuncia». También se podría decir, citando al mismo filósofo contemporáneo, que “el demonio nos ha vencido cuando permite que lo derrotemos con sus armas”. Tal vez sea este el dilema con el que se enfrenta Winston, al encontrarse con lo más parecido a lo descrito por Kant como «el mal radical».
En esta situación conviene pensar que tal vez «lo importante no sea el triunfo o la derrota, sino la calidad del triunfo o la derrota». O bien que «sólo debemos consagrarnos a causas que la derrota dejaría intactas».
Se podría estudiar en qué medida se cumple en 1984 el conocido «viaje del héroe», presente en las historias de aventuras. Esta «forja del héroe» refleja el tenor de la vida ética de cada hombre: una persona normal recibe una llamada a una misión, es aconsejada por alguien más sabio o poderoso, cruza el umbral de su vida corriente y, tras desafiar peligros y sufrir contratiempos, logra el tesoro o la misión que buscaba, regresando de nuevo a su mundo originario, pero transformado, convertido en una persona distinta.
Este esquema, como es bien sabido, refleja nuestras vidas. Quizá en ámbitos menos «aventureros», sin grandes peligros, pero el camino es el mismo. Puede ocurrir que rechacemos la llamada, y entonces el héroe que estamos llamados a ser no se forja. Y si aceptamos, triunfaremos o fracasaremos en nuestra misión. En realidad, no hay más que un éxito o fracaso, el de la verdadera misión, que no es otra que la propia vida. En ella siempre regresaremos al mundo de origen (¿salimos de él?), y siempre lo haremos transformados. Si transformados en héroes o en seres viles o vacíos, es otra cosa.
Vuelvo al principio: ¿es optimista o pesimista 1984? Realmente no importa, si con eso nos referimos a si acaba bien o mal (el que no lo sepa, que lea la novela o vaya a ver la obra). Confío en que sea esperanzadora, muy esperanzadora, por la esperanza de la catarsis que produce la contemplación de Winston Smith, un héroe contemporáneo.
Porque si hay catarsis, ya hay transformación, cambio, mejora.
Javier Sánchez-Collado.
Javier Sánchez-Collado es licenciado en Filosofía y Máster en Gestión Cultural. Ha enseñado Filosofía y Literatura en España y Chile, y ha desarrollado proyectos de animación a la lectura para jóvenes. Como dramaturgo, ha colaborado con varias compañías de teatro y ha publicado la obra Currículum (vitae).