“Esa otra cosa” por Pablo Remón

“Esa otra cosa”

por Pablo Remón

Empiezo con una confesión: el teatro me aburre.

Me refiero, claro, al teatro categórico, plúmbeo, sensato, comprensible, empaquetado; el teatro que sé y entiendo de lo que habla, el teatro que tiene un mensaje, que puede traducirse a otras palabras, el teatro que quiere enseñarme, emocionarme o caerme bien, el teatro de los valores, el teatro que ilustra, que puede resumirse, el teatro que trata un tema comprometido y tiene una opinión clara al respecto.

No tengo nada en contra de ese teatro, como no tengo nada en contra de las juntas de vecinos. Solo que me aburren y prefiero no estar ahí.

Hay otra cosa. Otro teatro donde lo que sucede ni siquiera pretende ser teatro, y quizá debería tener otro nombre. Donde hay juego, diversión, amenaza. No intentan venderme nada: ni emociones, ni ideas, ni verdades. No tengo que comprar nada, y ni siquiera les importa si quiero o no comprar. No les caigo bien, no les caigo mal, no pretenden nada de mí, y sin embargo no puedo dejar de mirar. Siento una risa nerviosa. ¿De verdad están haciendo lo que están haciendo? ¿De verdad están diciendo lo que están diciendo? Me siento como si me hubiera colado en una fiesta a la que no me han invitado, como si espiara a través de la mirilla. La razón se calla, asistimos a “otra cosa”.

Cuando tengo la suerte de asistir a “esa otra cosa”, eso que no es teatro y que sin embargo es la razón por la que voy al teatro, siento electricidad. Energía estática, como los acoples de una guitarra al final de un concierto. No puedo resumir lo que he visto, no puedo contarlo. Es una experiencia. Un sueño colectivo. “Esa otra cosa” no solo no me aburre, sino que hace que me tiemblen las piernas.

Quiero más de esa otra cosa; uno podría pasarse la vida detrás de ella.

Pablo Remón. Diciembre de 2016.

Autor de 40 AÑOS DE PAZ y  LA ABDUCCIÓN  DE LUIS GUZMAN

40 AÑOS DE PAZ de Pablo Remón