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Entre el 2 y el 13 de junio, el Teatro Real ofrecerá 11 funciones de la ópera Las conveniencias e inconveniencias teatrales (Le convenienze ed inconvenienze teatrali), de Gaetano Donizetti, nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la Opéra National de Lyon y el Grand Théâtre de Ginebra, donde ya fue presentada con gran éxito.
Esta ópera estrenada en Nápoles en 1827, perteneciente al primer período de la prolífica carrera de Gaetano Donizetti (1797-1848) y durante mucho tiempo olvidada, fue redescubierta en los años 60, y desde entonces viene cautivando a la audiencia. Su título, tan serio como poco atractivo, en nada sugiere la trama burlesca y crítica del libreto, la ironía del texto y la habilidad de Donizetti para burlarse de los cánones de la ópera seria y de la ópera buffa que entrelaza magistralmente y para caricaturizar musicalmente los personajes y situaciones, con chispa, agudeza y gran economía de medios.
El título Viva la Mamma, acuñado por el director de cine Helmut Käutner y reutilizado, con éxito, desde entonces, remite inmediatamente al eje de la trama jocosa de la ópera, en la que el personaje más histriónico es una matriarca ¡interpretada por un barítono! que no se conforma con que su hija cantante sea la seconda donna de la ópera. Y mientras lucha, con todas sus malas artes, para otorgarle el protagonismo de una prima donna, aspira ella misma a tenerlo, a cualquier precio, peleándose por la interpretación de un papel a su medida.
Las conveniencias e inconveniencias teatrales es, pues, una crítica a los excesos y tiranía de los divos, sus mezquindades, envidias y luchas de poder; una parodia sobre las jerarquías en el seno de las producciones operísticas, con los creadores -compositor y libretista- subordinados a los caprichos de los cantantes, disposiciones de los empresarios y arbitrariedades del público.
Es precisamente ese universo centelleante de Broadway y de la fiebre modernizadora de los años 50 que sirve de inspiración a la producción creada por Laurent Pelly que también firma el vestuario, con escenografía de Chantal Thomas, iluminación de Joël Adam.
Concebida como un flash-back, la trama se desarrolla en un parking construido en un espacio para siempre mágico que antes había ocupado un teatro de provincias, demolido sin contemplaciones. Por ahí desfilan los arrebatadores y excesivos personajes que antes brillaron en su escenario, como espectros henchidos de ternura y poesía con la pátina del tiempo. Un universo con claras reminiscencias del teatro de variedades y del célebre musical Follies, de Stephen Sondheim, que disfraza la autocrítica de diversión, la burla, de reflexión, siempre con una pizca de melancolía en la evocación de un pasado de luces y purpurina, que la epidemia ha alejado todavía más, como recuerda Joan Matabosch en su artículo del programa de mano (incluido en el dossier de prensa).