presenta
7 MAY – 15 JUN 2025
Roberto Martín Maiztegui ha desarrollado su carrera como dramaturgo (SUEÑOS Y VISIONES DE RODRIGO RATO), guionista (la serie LA RUTA) y director. Ahora nos cuenta la historia de ese tránsito y de lo que Nito deja atrás por el camino: su mejor amigo, su novia, su familia. La escritura es lo que provoca la pérdida y, a la vez, lo único que quizá pueda mantener todo aquello vivo, aunque sea en la ficción.
“Violento, rudo, carente de miramiento y civilidad”: esa es la definición de “bruto” que da la RAE. Y así es, de alguna manera, el mundo de Nito: el barrio donde vive, la gente que le rodea. Por eso, su entrada en la escuela de cine para estudiar guion, le lleva a dar un salto hacia otra vida: artística, sofisticada.
Nota del autor y director
Sentados en el banco de un parque, de niños, unos amigos y yo nos pusimos a fantasear con lo que seríamos de mayores. Todos dijimos algo: policías, futbolistas, criminólogos. Todos salvo uno, Israel, que no abrió la boca. Era absolutamente incapaz de contestar. Yo recuerdo mirarle y pensar cómo podía existir un ser humano sin una pizca de imaginación.
Pero eso es una tontería, me doy cuenta ahora. Hasta los perros tienen imaginación. Lo sabemos porque sueñan.
Los sueños de los perros, según un estudio reciente, tratan sobre dos ideas recurrentes: el encuentro con otros perros en sus paseos diarios, y la pesadilla de que su dueño desaparezca, dejándolos solos. Es decir, la imaginación, en los perros, en mi amigo y en cualquiera, actúa sobre la realidad que conocemos. Y la realidad de Isra –lo supe luego- era lo bastante difícil como para que le fuera imposible imaginar un futuro muy distinto a aquello que le rodeaba.
Y es que ejercer nuestra imaginación, ponerla en práctica, puede resultar un acto violento, en ocasiones despiadado. Igual que los montadores de las películas trabajan con todo el material rodado –lo que denominan “brutos”- para de ahí extraer el corte final, nosotros acabamos abandonando –o traicionado- aquello que ya no nos vale para llegar a donde queremos llegar.
Yo, por ejemplo, dejé de ver a Isra. Aunque casi desde el momento en que me fui, dejándole solo, empecé a soñar con él. Así, como los perros, nuestra relación se trasladó del día, de la «vida real», a la noche, al mundo de los sueños. Y de eso trata en parte esta obra, de lo que intentamos dejar atrás y nos persigue, apareciendo en lo que soñamos o -lo que es muy parecido- en lo que escribimos.
Los brutos es una obra literaria, con múltiples historias dentro de la historia, una batería de ficciones interpretadas por unos pocos actores que dan vida a distintos personajes. Algunas son tristes, muchas otras cómicas. Todas persiguen lo mismo: buscar lo excepcional en lo real y protegerlo, así, del paso del tiempo, de la desaparición.
Roberto Martín Maiztegui