Centro Dramático Nacional, K Producciones, La Pavana/Generalitat Valenciana y Emilia Yagüe Producciones
presentan
de Rafael Chirbes
Adaptación teatral: Ángel Solo y Adolfo Fernández
Dirección: Adolfo Fernández
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EN LA ORILLA es la adaptación teatral de la laureada novela de Rafael Chirbes, Premio Nacional de Narrativa y de la Crítica en 2014.
Ángel Solo y Adolfo Fernández adaptan la novela de Rafael Chirbes EN LA ORILLA. Con Sonia Almarcha, Rafael Calatayud, Adolfo Fernández, César Sarachu, Ángel Solo, Marcial Álvarez y Yoima Valdés bajo la dirección de Adolfo Fernández.
El estreno absoluto de EN LA ORILLA será el sábado 4 de marzo del 2017 en el Teatro Principal de Alicante. El 19 de abril llegará al Teatro Valle-Inclán de Madrid.
Después de su novela Crematorio (2007), Rafael Chirbes ahonda con En la orilla en la debacle como lógica continuación tras la borrachera de especulación y de burbuja inmobiliaria donde el ladrillo se hizo Dios -o sea, dinero- en una liturgia de transubstanciación sin escrúpulos. Y sea -o no- la segunda parte de Crematorio, el hecho es que En la orilla comienza prácticamente donde acaba Crematorio, esto es “con un perro escarbando en la carroña”, en palabras del propio Chirbes.
“¿Trata sobre la corrupción? No. ¿Sobre el crimen? No. ¿Sobre el suicidio? No. ¿De sexo? Tampoco. Al final, insistirán: ‘pero, estaban enamorados, o no? Pues yo qué sé, contestaré. Si lo supiera, lo habría dicho. La literatura trata de la complejidad de la vida”. De lo que no parece caber duda es sobre su catalogación como “la novela definitiva sobre la crisis”.
Desde la lectura de su primera novela hasta aquí siempre he sentido la tentación de adaptar al teatro sus decadentes paisajes de truhanes reconocibles, perdedores barcos a la deriva, paraísos que con el tiempo devinieron terrenales, traiciones maquilladas con el cáncer de la hipocresía, seres que se formaron en el suburbio de la mala praxis política y arrastraron en su caída valores recientemente conquistados, mujeres y hombres que sucumbieron en la efímera fantasía de banales burbujas…
En apariencia personajes y situaciones de indudable peso dramático, historias con principio, centro y final que siempre dejan una sustancia reflexiva para que se la cocine el propio cliente. Contextualizadas hábilmente en la oportuna actualidad para que el enganche sea directo, contundente, sin necesidad de tener que acudir a hemerotecas (siempre se habla del hoy) ni formar parte de élites intelectuales. La verdad pura y dura que nos rodea, la descripción del caos desde su origen hasta el presente. Aquí, ahora, en nuestro fango particular.
Todo aparentemente muy teatral en la medida que la lectura nos proporciona imágenes poderosas y enfrentamientos de personajes antagónicos que en sí mismos son un dechado de virtud dramática. Pero siempre hay un pero. Porque Chirbes se explaya en la interioridad de sus personajes, lo que éstos piensan y sienten sobre sí mismos y sobre el mundo que habitan y sus complejas relaciones; y lo hace con el lenguaje de lo íntimo. Y esto frena la necesaria extroversión que exige el hecho teatral. Por tanto, surge la necesidad de encontrar un lenguaje que traduzca a las tablas el otro lenguaje minimalista que propone el autor.
Como metáfora aparece un personaje que se convierte en fundamental a lo largo de la historia: el pantano. El pantano, principio y génesis de la vida y de la riqueza y lugar final donde nos retiramos transmutados en detritus. El pantano como eufemismo y el individuo como narrador de su caverna íntima. Y seres decadentes relacionándose cínicamente entre anécdotas mundanas, putas, coches última gama, caldos exquisitos y demás parafernalias de ‘bon vivant’, con una única intención: esconder sus miserias. Temerosos de ser descubiertos desnudos y frágiles en el prosaico hábitat de sus descerebradas y estériles vidas.
Entre ellos, silenciado por la enfermedad y la vida, el viejo. Testigo amargo de las vicisitudes de unos vástagos que renegaron de principios que hablaban de justicia social, derechos humanos y libertades. Mudo espectador, impasible, viendo cómo se derrumba el imperio pequeño que construyó con sus delicadas manos de artesano, cómo le arrebatan ese romántico espacio construido a base de tesón, dignidad y memoria, sin ambiciones obscenas, sin codicia, sin despidos, sin especulación, con la razón que da la honestidad.
Y todo impregnado en decadencia. Emprendedores que quisieron más. Y luego mucho más. Engañando a hermanos. Vendiendo a madres. El que colocaba preferentes, el del todoterreno de marchas automáticas, aquél que hizo el cursillo acelerado de enología y buenas costumbres, el asiduo del burdel que aseguraba que todas las putas le adoraban, el ostentoso, el voceras, el de las líneas de crédito y las oportunidades exprés, el que despedía, el comisionista, el que se acercó a la política para aprovecharse. En fin, toda esa galería de monstruos reconocibles que transitan por la novela y ocupan un lugar privilegiado en la “marca España”.
Llego hasta aquí intentando explicar qué es lo que me induce a elegir esta historia de paisajes tan abstractos (tan poco teatrales) y de personalidades tan extremadamente introvertidas (menos teatral aún; ríase usted de Bergman) y a decidir ponerla en pie sobre las tablas de un escenario. Y concluyo que es la pura fascinación por el autor, por su estilo, por su forma narrativa, porque justamente lo anti-teatral de su propuesta literaria es lo que me conmueve. Sé que he perdido la objetividad, me he convertido en un fan, pero convengamos que ninguna novela como En la orilla ha descrito mejor este muestrario de burgueses de medio pelo caídos en desgracia el día después de la explosión de la burbuja.
Bienvenidos al abismo.
El hallazgo de un cadáver en el pantano de Olba pone en marcha la narración. Su protagonista, Esteban, se ha visto obligado a cerrar la carpintería de la que era dueño, dejando en el paro a los que trabajaban para él. Mientras se encarga de cuidar a su padre, enfermo en fase terminal, Esteban indaga en los motivos de una ruina que asume en su doble papel de víctima y de verdugo, y entre cuyos escombros encontramos los valores que han regido una sociedad, un mundo y un tiempo.
Reparto:
Esteban: César Sarachu
Justino: Marcial Álvarez
Francisco / Julio: Rafael Calatayud
liliana: Yoima Valdés
Leonor / Ahmed / Yagüe: Sonia Almarcha
Pedrós: Adolfo Fernández
Padre / Rachid / Álvaro: Ángel Solo
Autor: Rafael Chirbes
Adaptación: Ángel Solo y Adolfo Fernández
Dirección: Adolfo Fernández
Ayudante de dirección: Ángel Solo
Diseño de iluminación: Pedro Yagüe
Sonido y música original: Mariano Marín y Miguel Gil
Escenografía y audiovisuales: Emilio Valenzuela
Vestuario: Blanca Añón
Servicios técnicos: Tarima. Logística del Espectáculo
Prensa y comunicación: María Díaz
Diseño gráfico: Minim Comunicación
Productores ejecutivos: Cristina Elso y José Alberto Fuentes
Distribución: Emilia Yagüe Producciones y Teresa de Juan
Una coproducción de Centro Dramático Nacional, K Producciones, La Pavana/Generalitat Valenciana y Emilia Yagüe Producciones
EN LA ORILLA from Cristina Elso on Vimeo.