por Carme Portaceli
El teatro es un país extraño. El mundo en el que vivimos nunca es suficiente y necesitamos crear mundos más interesantes, mundos donde podamos explicar nuestras fantasías, nuestros sueños. Un sitio donde vivir una vida diferente. Koltès decía: «a menudo decimos que el teatro es como la vida, pero no es cierto porque si realmente fuera como la vida, no iríamos al teatro.«
Vivimos en un mundo tan uniformizador y tan uniforme en el que nos invitan insistentemente a pensar de una manera determinada, nunca de otra y, sin embargo, hay otras miradas, hay otra posibilidad de vivir que es mejor que la que nos dicen. Y la Cultura en general y el Teatro en particular tienen mucho que ver con eso. Son, como diría Lorca, “horizontes, escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón”.
Sólo a través de la Cultura se pueden resolver los problemas con los que hoy se debate una humanidad falta de fe y de luz. Es lo único que salvará a esta sociedad de la destrucción a la que nos conduce este sistema terrible sin freno ninguno. La Cultura da felicidad, tolerancia y, por esa razón hace una sociedad más democrática.
Por otra parte también somos cronistas de nuestra época y es desde ella que podemos hablar porque es aquí donde vivimos, este es el mundo que nos ha hecho como somos, que nos ha enseñado a ver, a sentir, a pensar. No tenemos más remedio que ofrecer a los espectadores una visión actual del mundo, la nuestra, la de las personas del siglo XXI.
Ahora estoy montando La Rosa Tatuada de Tennessee Williams. ¡Realmente es una obra estupenda! Y no sólo lo digo por la pasión que me provoca, como ocurre siempre que estás montando una obra, es que lo es de verdad.
¿En qué me baso para decir eso? En que los personajes tienen un recorrido interior fantástico que te hace ir lejos, “su” como diría Serafina delle Rose, arriba. Los actores lo pueden seguir perfectamente, tan bien los conducen las situaciones, la obra! O mi lectura de la obra, jamás podremos saberlo. Pero necesitas actores muy buenos y dispuestos a entregarse a esas exigencias del autor y de nuestra puesta en escena. Aitana Sánchez Gijón, Roberto Enríquez, Alba Flores, Nacho Jiménez, Gabriela Flores, Jordi Collet, David Fernandez “Fabu”, Paloma Tabasco, Ana Velez son realmente esos corazones salvajes.
Es muy exigente, pide un tono muy especial para que el texto, las situaciones lleguen al corazón de los espectadores, un tono que requiere el diafragma un poco más alto y, eso sí, siempre, una gran verdad. No admite clichés, no admite nada que no esté lleno de vida.
Lo conocemos básicamente por las producciones de Hollywood, y eso le da una ideología que nada tiene que ver con lo que yo creo que es el verdadero Tennessee. Él siempre escribe sobre los corazones salvajes que viven encerrados en jaulas, en la jaula de una sociedad que no acepta a muchas de las personas que viven en ella.
De todos modos, qué viaje puedes hacer cuando tienes un buen texto en las manos, realmente es fabuloso, y eso estamos viviendo con este canto a la vida que es La Rosa Tatuada. Estamos disfrutando al descubrir cada pedacito de vida que hay en la obra. Y es una obra cargada de vida!!!
Carme Portaceli
Carme Portaceli es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona. Entra en el Teatre Lliure en 1982, comenzando a trabajar como ayudante de dirección de Fabià Puigserver y Lluis Pasqual. En 2005 funda la Factoría Escénica Internacional (FEI), una plataforma orientada a la creación, producción y difusión de las artes escénicas contemporáneas. Directora de numerosos montajes, la temporada pasada estrenó dos espectáculos: Solo son mujeres y La rosa tatuada.
Forma parte de los miembros fundadores de la Academia de las Artes Escénicas de España (AAEE) y del comité Organizador de los Premios Max.
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