por Álvaro Tato
Me mandan, internautas españoles,
que escriba lo que pienso del teatro
y después de un ataque del llamado
complejo de impostor (”no valgo nada”,
“todos descubrirán que soy un fraude”,
“por qué no me saqué una oposición”,
etcétera) recuerdo el Arte nuevo
de hacer comedias, ese gran tratado
que antaño nos legó Lope de Vega
en claro, puro y limpio verso blanco.
Aunque se hayan perdido sus preceptos
y aunque escribir en verso endecasílabo
no sea cool ni trendy ni un must have,
trocada tinta y pluma por teclado
me dispongo a exponeros mi Arte nuejo.
Bien puede ser quizá que así me arrope,
como fénix de luz, la voz de Lope.
★★★
El teatro en España es una jungla
plantada en un solar del ladrillazo
donde los comediantes sobreviven
a fuerza de machete, amor, talento,
perseverancia y desesperación
(o, por usar palabras más de moda,
con asertividad y resiliencia).
Una Administración hostil y sorda,
una taquilla incierta hasta en tu casa,
una gira diezmada por la crisis,
un aluvión tenaz de intermediarios
y, sobre todo, un público menguante:
los jóvenes no acuden al teatro,
sedados entre enjambres de pantallas
con un solo discurso: no hagas nada,
la cultura es lejana y aburrida,
los clásicos son viejos y casposos,
un ciudadano es un consumidor
y cada espectador es un cliente.
Cuando consigues que esa gente joven
entre a la sala y rompes sus prejuicios
a fuerza de acción, música y sucesos,
descubres que, en su pura inmediatez,
contra todo pronóstico o certeza,
el teatro es el arte de este tiempo:
lloran y ríen, gritan y comprenden
que nuestra vida es tridimensional.
Nada hay que se parezca más a un clásico
que los adolescentes: vida y muerte
por el filo del cielo y del abismo.
Por eso pienso que la diversión
(la versión diferente, di-vertir)
es nuestra ley eterna, vieja y nueva.
Jugar como los niños, con rigor
y liviandad, seriamente de broma,
con reglas inventadas cada vez
y para cada juego. Disfrutad
y decid de mentira la verdad.
★★★
Las reglas de Aristóteles son útiles,
las que te dicte tu intuición también;
sé libre encadenado a tu rigor,
pues teatro es conflicto y paradoja.
Teje tu propia cuerda y ténsala.
Que sea tu arte en verso, en prosa, mudo,
en danza, en sombra, en bable, haciendo el pino,
no importa más que lo que estás diciendo:
procura que tu juego llegue al fondo,
donde el amor, los celos o la muerte
una vez más, siempre por vez primera,
pasen del yo al nosotros en la plaza
efímera y eterna de la escena.
Disfruta, haz disfrutar, aunque nos rajes,
aunque nos hundas y nos desampares;
haznos sufrir y sufre aunque riamos
a carcajadas, aunque nos deleites.
Cruza siempre veneno y licor dulce,
haznos sentir y siente. Sufre y goza
porque escribir es superar el miedo
y compartir con otros las verdades
que hay más allá del miedo, y eso duele
y da gusto a la vez. Quien gana pierde,
quien pierde gana: no te olvides de esto
si no quieres que el público se duerma.
Y no olvides tampoco que cualquiera
solo es interesante unos segundos
si habla para sí mismo y no se escucha,
y eso te incluye a ti. Y a mí, me temo.
Cuando escribo una obra en que me aburro
es porque sobra ego o falta curro.
★★★
No sé cómo se crean personajes,
sospecho que se paren a sí mismos
con lo que dicen y hacen en momentos
de presión, de peligro o de amenaza.
Pero conozco un truco que funciona:
si un personaje es plano o aburrido
dale motivos para querer algo,
quítale el tiempo para conseguirlo,
ponlo en algún lugar donde esté incómodo
y él solo echará a andar hacia algún sitio.
Si deseas salir a mar abierto
no te quedes varado en la escritura.
Date la libertad del forastero:
estudia cosas nuevas, sube a escena,
aprende un instrumento o haz esgrima
y, sobre todo, fórmate en equipo.
Sacrifica palabras, cambia escenas,
aprende a cortar páginas, prescinde;
trabajar en común es entregar
lo que sabes y creas a los otros.
Todos aportan todo lo que tienen.
Todos renuncian a algo. Así funciona.
Si sigues esta leyes, tu comedia
acabará saliendo en Wikipedia.
★★★
Observo que en el mundo del teatro
(supongo que es un vil gen español)
muchos envidian, odian o murmuran;
blancas sonrisas, negras puñaladas,
cotidianos rencores y vilezas
que convierten el juego en una timba,
el parque en una cárcel, y nos castra.
Cuando murmures, muérdete la lengua
como los sabios perros cervantinos.
Aléjate de focos infecciosos,
oponte a la pandemia con la higiene
del respeto, el rigor y la cultura
y ten tu vida más allá del arte.
Y si ladran, será que cabalgamos.
Y si te atacan críticos pedantes
vuelve a tu casa y léete a Cervantes.
★★★
Por último, queridos internautas,
confieso que no sé por qué os escribo
tantos consejos como si tuviera
el peso de la edad o la costumbre.
Pues todo lo que sé es labor común
de mis maestros y de mis lecturas
mezclada a fuego lento con trabajo
y con el entusiasmo firme y obcecado
en dedicarme a modelar los sueños.
Entended que este post no es una encíclica
sino un mensaje en morse a vuelapluma
desde nuestra penúltima trinchera
de la gira, los bolos, los ensayos
donde voy aprendiendo la certeza
de que si hice algo práctico en verdad,
fue sacarme el carné de conducir.
Y recordando a Lope me despido
con el resumen de éste mi Arte nuejo:
porque el vulgo no sea necio es justo
hacer cultura para darle gusto.
Álvaro Tato (Madrid, 1978) es escritor y actor y dramaturgo, miembro fundador de la compañía de teatro Ron Lalá, con la que ha realizado giras nacionales y internacionales y obtenido el Premio Max Mejor Empresa/Producción de Artes Escénicas, entre otras distinciones. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y ha estudiado Dirección de Escena en la RESAD. Ha publicado Zarazas (2015), Gira (Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández 2011) y Cara máscara (Premio Hiperión de Poesía 2007), entre otros libros. Como dramaturgo ha escrito Ojos de agua (2014) y El intérprete (2013) y es responsable de la versión de El alcalde de Zalamea de Calderón de la Barca (CNTC, 2015). Imparte clases de Poesía y Dramaturgia en diversos centros educativos, como la escuela universitaria TAI, el Master en Dramaturgia de la Universidad Carlos III de Madrid (dir. Juan Mayorga) o la Academia del Verso de Alcalá de Henares. Colabora con el programa No es un día cualquiera (RNE).