«CERDA» en LA CASA DE LA PORTERA

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#Cerda la creación de nuestro amigo Juan Mairena, que ha revolucionado el final de la pasada temporada y que promete hacer lo propio en este año. ¡Esta vez no hay que perdérsela!

Cerda, cuando el humor inteligente es capaz de profundizar en el contenido
La intriga en el convento del Santo Membrillo

Cerda
El elenco al completo, tras una función de la obra de Juan Mairena en La Casa de la Portera.
Foto: Julio Castro.
Julio Castro – laRepúblicaCultural.es

Mientras un personaje se mueve en el realismo profundo y filosófico, el otro es puro surrealismo y trata la religión como una ficción, pese a la indumentaria que lleva y el lugar en el que estamos: es una monja y nos encontramos en su convento. Pero aquí se adoran otras cosas, y hay lugar para todo. Lo mismo da seguir los pasos hacia el Santo Membrillo a través de sus pasos santos, que adorar a Madonna como una virgen aparecida (o sea, “like a virgin”).

Pero Cecilia (Inma Cuevas) es diferente… cada cual es diferente en este convento, pero Cecilia es diferente, porque se le mezcla todo y a ella le “encanta la pasión, ¡soy muy Pasionaria!”, dice sin dudar. Y es que comparte sus inquietudes con su amiga la hermana Bette (Soledad Rosales) y con Cosetta (D. Aramburu), que también es muy diferente. Todo ello, bajo la severa mirada de Sor Leona (Dolly), madre superiora de este convento, que las acogió a cada una y las adoptó.

El montaje de Juan Mairena que se estrenó en La Casa de la Portera se disfraza de absurda comedia, mientras en su trasfondo discurre mucho más que un argumento y, desde luego, mucho más que unas risas (que no pararán hasta el final, eso sí). En un texto cuidado, armado y perfectamente entramado, las historias de sus personajes acuden a todo lo que pueden recurrir, desde grandes clásicos del cine, hasta la línea de los almodóvares, sin interrumpirse ni dar lugar a pensar cómo llegamos hasta cada momento en las situaciones que se crean. Así que, Bette fue bautizada así, porque Sor Leona es “fans absoluta” de Bette Davis, pero no habrá problema en encontrar en varias ocasiones fragmentos de Blade Runner (por cierto, este en varias ocasiones), citas versionadas de Shakespeare, o referencias a Madonna, Angelo Branduardi. Aquí caben hasta las elecciones y la situación laboral (“¡Hazme un ERE y te voto!”). No se trata de citas y más citas, sino fragmentos entreverados que bombardean el recuerdo y la imaginación si los conoces, pero que están perfectamente integrados en el texto, evitando la comedia facilona.

Todo cambia en la vida del convento cuando llega Sabrina (María Velesar), para entrevistarse con la superiora a fin de conseguir un puesto de trabajo. Bueno, también concurren otros cambios profundos que ya se verán. Entre tanto, Bette afirma contenta “¡hoy me siento más joven y republicana!”: será que algo está cambiando.

A partir de cierto momento, Juan Mairena, en cuanto te descuidas y entre broma y absurdo, introduce una poética surrealista que se encontraba al borde de todo el texto previo, y que casi siempre alivia con broma o con tragedia… y misterio. Porque aunque parezca que no se puede ir a más, la intriga también forma parte de su argumento ¿a qué ha venido Sabrina a este convento? Ambas cuestiones, esa y quién es la Cerda que da título a la obra, son asuntos que no llegarán hasta el final.

Pero entre tanto, la profundidad recorre con su realismo los textos “el problema es que no somos libres para elegir quiénes queremos ser, y no quienes quieren que seamos”. Esta máxima será algo común para cada personaje en esta historia, aunque “una hermana es una hermana, y una cerda… pues eso, una cerda”.

Por algún motivo me esperaba un montaje mucho más intimista e introspectivo, algo más serio (dentro de ciertos parámetros) y ajustado a otros cánones. Pero no hay nada como dejarse sorprender con trabajos como éste, en el que el equilibrio entre el humor y el contenido de un texto, está a la par con el trabajo artístico en lo actoral y en la dirección.

Finalmente, no sabrás si su referente se encuentra más próximo a la cripta embrujada de Eduardo Mendoza, o a las tinieblas de Almodóvar, porque nuestro autor-director, tiene lenguaje y estilo lo suficientemente trabajado como para reclamarlos como propios. Otra propuesta para no perderse, porque seguro que durará mucho tiempo.

 

– Crítica de Miguel P. Valiente

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